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miércoles, 4 de mayo de 2011

Nora o el arte de hacer lo correcto

Si. Admito que ha sido un cartel en el suburbano anunciando la representación de la obra lo que me ha acercado a esta "Casa de muñecas" que tenía pendiente. En la edición que tengo, descubro que Ibsen era el último romántico (o casi). Pero no quiero hablar de él sino de ella; Nora, la muñeca de la casa.
Romántica también. También de finales del diecinueve. Y como buena romántica, decide que si las cosas no salen como ella espera; si alguien tiene que responder por ella, lo evitará a toda costa, aun con la vida.
Leedla si no lo habéis hecho ya, la obra del noruego. O id a verla si tenéis ocasión. O mejor: haced las dos cosas. Pero no es mi intención hablar de la causa feminista. Ni de la de la mujer. Para lo que yo quiero hablar, aquí Nora es la protagonista... nada más.
En lo que pensaba leyendo el parlamento de esta mujer que descubre lo que verdaderamente es, era esa capacidad que parece innata y en estos tiempos sobrenatural, para aceptar lo que viene y hacer lo correcto en cada momento.
¿Que de qué estoy hablando?
Hablo de una mujer (una persona) que decide que se quitará la vida si eso resuelve los problemas que le acechan a ella y a los que viven en derredor suyo. ¿No es romántico?
Pero no es el romanticismo del suicidio. Eso me parece una locura. Una cobarde estupidez o... una valiente estupidez, no lo sé.
Ahora, vertiginosamente pasado el tiempo, se nos ocurre, como se me ocurre a mi, que suicidarse es una tontería. Será porque hemos aprendido muchas, muchas cosas y ahora sabemos que eso a lo mejor no está bien. Que no es necesario. Pero hay cosas en Nora que me hacen sentir nostalgia ajena.
Regreso con mi pensamiento a ese arte de hacer lo correcto de que hacían gala generaciones pasadas. Pero hacer lo correcto, de verdad. No me refiero a aparentar. Que de eso sabían mucho quienes vestían con levita o pasaban al salón a tomar el té mientras los caballeros se quedaban a fumar. No es nada de esto, por supuesto.
Vuelvo con mi pensamiento al presente y veo tantos desmanes e injusticias que solo responden a la premisa de sálvese quien pueda, que no puedo por menos que sentir nostalgia de Nora, que aun pudiendo vivir otras vidas -más fáciles, más entretenidas, más normales- decide ser ella de la manera más plena posible.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No, no hablo de eso. Entre nosotros hoy seguro que conocemos a alguna Nora. Pero si entonces estaba de moda -la moda estadística- que uno era consecuente consigo mismo y al contrario de lo que dice Sabina, es verdad que uno es un caballero cuando nadie le ve. Ahora está de moda -la otra moda, la estética- Aprovecharse en todo momento y circunstancia de todo aquello que nos reporte beneficio aun a costa de los demás, de las vidas de los demás y ¡que paradoja! al final de la nuestra misma. No siendo más que masa.

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