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sábado, 14 de mayo de 2011

Qué pena de muerte

Al principio -recuerdo que estábamos viendo en casa otro programa- al ver en la parte de abajo de la pantalla del televisor que durante la noche emitían un programa especial sobre la muerte de Bin Laden, me pareció extraño. ¿Pero ha muerto? -pensé. No estaba yo muy al día de sus andanzas, la verdad.
A la mañana siguiente, cuando todas las emisoras de radio, todos los canales de televisión y todos los periódicos lo decían, ya no había duda. Desde luego que era una noticia de esas que le hacen a uno levantarse, acercarse al mapa mundi y decir “aqui, aquí ha sido.”
Habría tenido tiempo de hacer mis propias conjeturas y sacar las típicas conclusiones precipitadas de mi propia cosecha. De no ser por las siguientes palabras, dichas por Barack Obama a los ocho segundos de compadecer ante los medios de comunicación para explicar cositas; “Estados unidos ha dirigido una operación para matar a Osama Bin Laden.” Y punto pelota.
fragmento del testamento de Alfred Nobel
Así que no tuve tiempo ni de conjeturas ni de narices en vinagre. Para ahorrarme el trabajo ya estaba el presidente número cuarenta y cuatro de los Estados Unidos de América. Que me decía -que nos decía- que él en persona había dirigido una operación para matar a un hombre con barba y muy malo.
Hasta aquí, nada fuera de lo normal. El presidente de los Estados Unidos de América cree que es Dios y que es su obligación hacer algo para salvar a la humanidad. Bueno pues si el muchacho lo cree así, tal vez tenga razón. Porque según dice en esa misma compadecencia “su desaparición debe ser bienvenida por todos los que creen en la paz y en la dignidad humana.” Y como yo, por ejemplo, creo en la paz y en la dignidad humana, pues a lo mejor es eso, que el muchacho tiene razón. Porque además al parecer tiene con él trabajando a gente muy, muy inteligente. Tanto, que por ejemplo hay ciertos profesionales en su gabinete o entre sus Marines que saben con toda exactitud lo que es la justicia y lo que no, así que la buscan y la buscan incansablemente. ¡Y han dado con ella! porque el presidente les felicita por este resultado que es “el resultado de su búsqueda de la justicia” (minuto 7:37 de su alocución)
Y así pasaron las cosas. Y en las calles todo eran vítores, alegría y alborozo. Los presidentes de los gobiernos se felicitaban los unos a los otros. Gente de aquí y de allá respiraba aliviada. ¡El mundo era más seguro! ¡Qué bien, qué fácil había sido! Solo por hacer “desaparecer” a ese hombre de barbas tan malo. ¡Qué suerte tenemos!
Yo ahora, cuando vea a un Marine en el autobús voy a levantarme y a cederle el asiento -como en las pelis- porque gracias a gente como ellos ¡el mundo es ahora más seguro! ¿no es una suerte?
Y por lo que se ve pasan y pasan los días y sigue sin haber nada fuera de lo normal. Todo nos parece muy bien. Así que ahora si que tengo un ratito para sacar mis propias conclusiones -si ningún presidente de ninguna nación me ahorra el trabajo- y es que así, sin comerlo ni beberlo -que suerte tenemos ¡eh!- hemos aprobado por unanimidad la pena de muerte. 
Así que ya está. Un señor decide que como otro señor ha sido malo debe estar muerto y lo mata y ya está. Y nos quedamos todos mucho más a gusto, dónde va a parar. Yo estoy que no quepo en mí de gozo porque el mundo es mucho más seguro ahora. ¡Solo hay que verlo! Te asomas a la ventana y ¡zas! El mundo mucho más seguro. Casi, casi parece que ya fuera completamente seguro oye. Una balsa de aceite. Una bendición, vamos.
Así que fíjate. Que he sacado otra conclusión. Digo yo que lo más lógico ahora es que al presidente de los Estados Unidos de América le den el premio Nobel de la Paz en segunda convocatoria. ¿No sería una pasada?

2 comentarios:

  1. La ironía es un buen recurso para expresar indignación ¿no? Qué tranquilos nos quedamos...y yo la primera.

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