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domingo, 25 de noviembre de 2012

Gente de fe

Visto lo visto, no hay duda de que somos personitas de fe. Creemos en todo lo que nos digan. Especialmente si sale de algunos sitios. Las letras del periódico son sagradas y las noticias de las nueve un hito necesario en el día para saber toda la verdad.
De vez en cuando nos enteramos de que un científico, con su bata, sus gafas y sus años y años de investigación, ha descubierto que el átomo se puede trocear todavía un poco más. Pero dime ¿tú lo has hecho en casa? Compraste una caja de cereales y detrás te explicaban cómo partir un átomo, con la ayuda de tus padres ¿verdad? Así que como aquel científico lo descubrió, tu te hes puesto a ello también y has visto que es verdad ¿no?
No. Lo cierto es que no.
Basta con que te digan que hay partes más pequeñas que el átomo y lo acompañan con unos esquemas, y tu dices pues sí. Que te hablan de que en el centro de la tierra hace un calor de mil demonios y lo dibujan de rojo incandescente. Pues claro. Que comentan que en Alemania hay trabajo. Dónde si no. Que el ártico se derrite. Se derrite, claro está. Que en Afganistán hay muy mala gente escondida debajo de las piedras. Seguro. Que dicen que en España sólo hay un 30% de fracaso escolar. Nada más. Seguro. Que la economía se empieza a recuperar. ¡Si lo noto hasta yo!

Así que no me lo podéis negar. Nuestra fe es inquebrantable. Con que nos lo cuenten lo creemos.
Sin embargo, y esto es lo curioso, hay algo que no terminamos de creernos. No nos convence del todo eso de que haya un Creador de todo esto. No tenemos problema en tragarnos verdades y mentiras como puños. Verdades y mentiras que están aquí, a nuestro alcance. No queremos asegurarnos de si un electrón existe o no realmente. Nos vale con creer porque necesitamos creer...
Pero a ese Otro. Ese es otra cosa. Y le exigimos mil pruebas de su existencia y estamos para arriba y para abajo con que si existe o si deja de existir... Y como no se molesta en demostrárnoslo. Nosotros, a dudar.

Así que mi conclusión es que somos raros. Usamos la fe para lo que no hace falta fe y se nos ha gastado cuando más tendríamos que usarla.
¡Incorregibles!

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