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jueves, 27 de diciembre de 2012

En la frontera

Hace unos días vi, como por casualidad, un dibujo. Era un graffitti, creo. Era un dibujo, fuera cual fuera la técnica, impactante; La escena es nocturna y a la luz de la estrella se dibuja un desierto. A un lado están José y María -aún encinta- y aunque están representados de camino hacia el fondo del dibujo, se observa que están detenidos, no parados. Al fondo la estrella brilla sobre Belén. En el centro se alza un muro de hormigón. El de la franja de Gaza. 
Qué está pasando allí, no lo sé. ¿Es muy diferente la violencia que se respira allí de la que encontró Jesús en su tiempo? Tampoco lo sé. 
No tengo la menor idea de lo que pasa entre Judíos y Palestinos. Porque no estoy allí para sufrirlo. Pero me resulta fácil, sin embargo, hacer un juicio de unos o de otros, según se tercie, en una u otra conversación de barra de bar. 
Y me resultaba también sencillo imaginar lo inhabitable que tiene que ser aquella tierra, con fronteras tan violentas. Tan duras. 

Después mi imaginación voló de nuevo aquí, a tierras hispanas. ¡Qué diferencia, chico! Aquí las fronteras están casi, casi de adorno. En los pirineos un gendarme y un guardia civil jugando al tute y en el sur el Frontex, haciendo de las suyas para que no llegue nadie “ilegal” -con este eufemismo nombran a quienes estorban a esta agencia- . 
Y me preguntaba, por qué aquí, que parece que todo está casi en calma, parece que también hubiera de esas fronteritas hormigoneras. 
Y me respondía. Vaya si me respondía. Me respondía andando por la calle. Sin ir muy lejos. En una charla con amigos. En un café de lunes. En las letras del periódico. ¡Ya encontré nuestras fronteras! 
Muy poca gente atravesaba esas fronteras, me pareció ver. Cada uno andaba dentro de su reino; el de sus iguales. Y nada más. ¿Sentarme con un ateo? ¡tu estás loco! ¿escuchar a uno del Madrid? ¡Ni lo sueñes! ¿hablar a uno del sindicato? ¡Venga hombre, no voy a perder yo el tiempo! 

Y sin embargo, la intuición y algo más me dice que sólo quien se sienta al borde, quién sale de su madriguera y escucha la respiración de otras gentes, puede llegar a saber qué lugar ocupa su ombligo en el mundo. 

¡Feliz Navidad!
AGRADEZCO EL USO DE ESTA IMAGEN A SU AUTOR

2 comentarios:

  1. ¡Anda si en el borde de algo no puedes sentarte! ¡Acabo de caer! Gracias por escribir esto porque me ayuda a recordar que no quiero estar tan cómodamente sentada aunque me canse y me de miedito estar de otra forma.

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  2. De nada y... gracias por leer esto, porque me ayuda a recordad que no quiero estar tan cómodamente sin escribir aunque me cueste y me de miedito estar con el lápiz parado.

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